viernes, 27 de abril de 2007

Juan Terranova sobre columna de Julián Gallo:

"La crítica es la presentación de una tensión que el panegírico no contiene"

La primera columna de Julián Gallo me resultó excelente. Es muy probable que de este combo-patota que se armó y que se ha dado en llamar Hipercritico, sea el que mejor escriba. (Lo siento por los otros y mucho más lo siento por mí.) Por ejemplo, este párrafo es memorable a días de la apertura del sitio:

"Cuando Majul me llamó en febrero en el medio de mis vacaciones en la playa y me contó la idea de Hipercrítico, no me gustó. Cuando me dijo el nombre del proyecto, no me gustó. Cuando pude ver el diseño, no me gustó. Cuando me enteré de que no tendría comentarios directos y sin moderación previa, no me gustó nada. No me gusta la publicidad de Formosa, Neuquén y Buenos Aires (detesto la publicidad institucional). No me gusta que el sitio esté encabezado por un video viejo (¡sáquenlo ya!). No me gusta la declaración de principios, etc. Sin embargo hay algo de todo esto que me gusta y es la voluntad que pusieron para hacerlo y el riesgo real que implica. Se que el entusiasmo para llevar a cabo Hipercrítico es auténtico. No dejo de preguntarme por qué lo hace Majul teniendo tantas tareas en su vida. Entiendo a todos los demás columnistas (ninguno pudo decirle que no con eficacia)."

Por todo esto, acá va una respuesta.

Gallo escribe:
"Qué sentido tiene criticar lo que hacen los otros. Marco Aurelio hace 2000 años fue categórico al respecto " Todo es opinión". Está el hacer y la opinión. La opinión no es nada, nadie convencerá a otro, nadie prevalecerá con argumentos sobre otro, ni siquiera por la fuerza. Y si la crítica es opinión, o sea nada, la hipercrítica será hibernada. ¿Qué sentido tiene?"

Este razonamiento es falaz porque la opinión –en nuestras sociedades democráticas tamizadas por los medios de comunicación– se parece más a todo que a nada. Por otra parte, el "hacer" y la "opinión" no se separan con tanta facilidad. En mi visión sobre el asunto, la crítica es la presentación de una tensión que el panegírico no contiene. En lo que atañe a mi género, la crítica literaria consiste en la opinión –que puede tomar muchas formas diferentes- de un tipo, el crítico, sobre un libro o un autor. Así, entiendo el prefijo "hiper" como profundización y la extensión de la crítica literaria a una serie de lugares y discursos que, por más desagradables que sean u ocultos que estén, generan sentido. (¿No es un hipermercado, un mercado más perverso, grande y resplandeciente?) Eso me interesa de Hipercrítico. En "por qué soy parte…" escribí, en una oración que no es del todo sintácticamente correcta: " Porque no olvidemos que el escándalo, el malentendido y el idiotismo son parte central de la cultura argentina."

Si Hipercrítico genera roces o fricciones, es porque estos existen. La tarea del crítico es seleccionar bien (que equivale a leer bien), jerarquizar y producir su texto. Cada cual, luego, hará esto lo mejor que sepa o que le salga, o como lo juzgue apropiado. No hay banalidad ni errores en este punto de partida. Como bien dice Gallo, su realización material y simbólica es otra cosa y eso se determinará en el futuro. Porque pese a todo, entiendo en los señalamientos de Gallo tienen cierta verdad, cierto resguardo unido a una rebeldía que juzgo válida. Esto se resume en un "Nadie me dice qué o cómo escribir". Lo admiro en ese enunciado. (Si lo quieren de forma psicoanalítica, Gallo se afirma en un "Mi significante amo no es ejercer la violencia contra otro". Y eso lo apruebo.) Una cosa más sobre su anticlericalismo y su anti-periodismo. Fue, creo, Julia Cristeva la que dijo: "El que entra a la iglesia y se arodilla para persignarse, cree; no importa que después escriba un libro sobre anarquismo o rompa la foto del Papa en un concierto de Rock." Salud, Gallo. Es un honor escribir a su lado.

Juan Terranova

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